26/10/2015
Desde un infierno fiscal todo lo demás es paraíso
En el reciente informe del Foro Económico Mundial sobre la competitividad de los países, muchos de los que nos califican de paraíso fiscal, destacan por ser verdaderos infiernos fiscales.
Entre los diecinueve que tienen las más altas tasas impositivas, aparte de un grupo de países africanos, se encuentran los siguientes: Argentina, con impuestos a las empresas que ascienden al 137%, siendo el mayor infierno fiscal del mundo; Bolivia con 83.7%; Colombia con impuestos que gravan a las empresas con 75,4%; Brasil con 69%; Francia con 66%; Nicaragua que impone 65.8%; Venezuela con 65.5%; Italia con 65.4%; y España con 58.2%.
De este grupo de países, todos menos Nicaragua y Bolivia (ambos con sistema fiscal territorial, como Panamá) nos han tenido o nos tienen en una lista de paraíso fiscal. Es obvio que para ellos, en donde la iniciativa privada es castigada a niveles impensables, nosotros que la promovemos y la incentivamos, somos un paraíso en donde se viene a buscar refugio.
Entre los diecinueve que tienen las más altas tasas impositivas, aparte de un grupo de países africanos, se encuentran los siguientes: Argentina, con impuestos a las empresas que ascienden al 137%, siendo el mayor infierno fiscal del mundo; Bolivia con 83.7%; Colombia con impuestos que gravan a las empresas con 75,4%; Brasil con 69%; Francia con 66%; Nicaragua que impone 65.8%; Venezuela con 65.5%; Italia con 65.4%; y España con 58.2%.
De este grupo de países, todos menos Nicaragua y Bolivia (ambos con sistema fiscal territorial, como Panamá) nos han tenido o nos tienen en una lista de paraíso fiscal. Es obvio que para ellos, en donde la iniciativa privada es castigada a niveles impensables, nosotros que la promovemos y la incentivamos, somos un paraíso en donde se viene a buscar refugio.
Algunos nos han sacado de las listas. España y Francia porque tenemos acuerdos para evitar la doble tributación entre nuestros países. Esto les permite saber si sus contribuyentes tienen recursos no declarados en Panamá, a la vez que hace atractiva la inversión de dichos países en nuestro país, por lo que Panamá obtiene un beneficio tangible por el intercambio de información fiscal. El otro país que nos tuvo en la lista y nos sacó es Colombia. La amenaza de retorsión de Panamá logró que iniciara una negociación para un tratado, al cual Colombia se negaba.
Hay que resaltar que, en el caso de Francia, teníamos firmado el tratado, pero dicho país no lo ratificaba y, encima, nos metieron en otra lista negra. Eso trajo inmediatamente la reacción de Panamá amenazando con adoptar medidas de retorsión, lo que logró no solo que nos sacaran de la lista, sino que ratificaran el tratado.
Italia, que ha firmado un tratado para evitar la doble tributación con Panamá, aunque oficialmente no nos mantiene en la lista, en la práctica aplica una supervisión adicional a las transacciones con Panamá. Todo con la excusa que el tratado no está vigente, pero es Italia quien no aprueba el tratado. Es hipocresía y doble estándar inaceptable que nuestro gobierno debe atender con medidas de retorsión. Y es que el caso Italiano es realmente inamistoso, porque tampoco quieren ayudar en los casos de corrupción en los que sus ciudadanos han estado involucrados directamente.
Los demás, Argentina, Brasil, y Venezuela nos tienen en listas negras actualmente. Panamá llevó a Argentina a la OMC, al considerar que violaba las normas de ese tratado internacional. Panamá ganó el proceso en primera instancia y esperamos que logre lo propio ante el Órgano de Solución de Diferencias de darse la apelación. Este triunfo tiene un enorme valor jurídico, moral y de imagen. El mismo debe ser usado en contra de Venezuela y Brasil para comenzar a alinear a estos infiernos fiscales.
Otra cosa que sobresale de esta lista es el hecho de que varios pertenecen al G20, cartel de infiernos fiscales que impulsa las “movidas” de las metas del Foro Global. Es por esto que la propuesta del señor Presidente de mover ese tema a la ONU es la correcta y la que el país debe perseguir, a la vez que se olvida del mal llamado Foro Global.
Obviamente todos estos países están fracasando en sus políticas económicas y fiscales, ya que sus economías están mal y, en algunos casos, su endeudamiento internacional no se detiene y crece a niveles exorbitantes.
Veamos dos ejemplos, uno europeo y otro americano. España ha crecido un promedio de 0,67% anual de 2005 al 2014. Si, ya sé, me dirán que ese es un caso extremo por el problema del famoso ladrillo. Por eso no me fui con el caso venezolano en América. Preferí ver el promedio del país de moda en esa década, Brasil. Su crecimiento fue muy superior al español, pero sumamente decepcionante. El promedio fue de 3.4% anual y en proceso de disminución rápida.
Por supuesto, ambos palidecen ante el crecimiento promedio de Panamá: 8.2%. Tal vez uno de los más altos del mundo durante un período en el que la mayoría de las economías mundiales estuvieron en situación complicada, para decir lo menos.
Pareciera evidente que estos infiernos fiscales debieran emularnos en vez de listarnos. El camino probado es el de la libertad económica, la responsabilidad fiscal y la democracia liberal.
El autor es vicepresidente de la Fundación Libertad
Ver más en http://www.fundacionlibertad.org.pa/html/index.php?id=6
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